HOUSE OF CARDS II…

HOUSE OF CARDS II...

HOUSE OF CARDS II..

El presidente Barack Obama se confiesa como seguidor de una de las últimas entregas de Netflix. El gobierno Chino presume su incapacidad de censurar el poderoso argumento alegando que se trata de una lección para aprender cómo operan los corruptos. El protagonista de tanto revuelo cree que a nadie le importaría la opinión de un actor sobre política. House of Cards produce todas estas sensaciones en su segunda temporada.

Una conjugación de excelentes actuaciones, tejidas con un guión de sustento impecable, hacen de la serie una de las aproximaciones más genuinas del verdadero thriller televisual, ese que se regodea en el ritmo para acentuar las tensiones. Son los cortes de edición las maneras de implementar la grandilocuencia en la pantalla. Lo que un escritor resolvería con descripciones, Netflix lo asume como movimientos de cámaras, como si el lente estuviese obligado a introducirse en esa cortina de humo constante que es la política.

Kevin Spacey es todo un dios omnipotente de la actuación, y mueve los resortes desde su propia nube. Ni por un instante se desencaja en una interpretación que hará historia y que le propinará la adoración del público y el respeto eterno de la crítica. Robin Wright es el complemento perfecto para esta secuencia que ya lleva dos temporadas de integridad actoral. El es Francis Underwood, el Maquiavelo del Congreso de los Estados Unidos, y ella es su ambiciosa esposa. Ellos están dispuestos a todo. No os asombréis de nada.

La gran diferencia de House of Cards, respecto a las demás series enmarcadas dentro de los referentes de la ficción política, es que profundiza en elementos de la realidad, asumiendo contextos cercanos y circunstancias posibles. No es House of Cards una satirización ligera. Muestra desde un ojo avizor a políticos sedientos de más y más poder, de más y más influencia. Demuestra que el dinero es sólo superado por el poder. Se detiene en los tiempos de cada recurso. Destaca que el poder dura menos pero muchas veces rinde más.

Amigo personal de Bill Clinton y simpatizante del Partido Demócrata, Spacey evita mojarse sobre el parecido entre la serie y la realidad política. “Ya hemos visto programas con una visión idealizada de la democracia. Son muy entretenidos, pero representan otro punto de vista. Dicho esto no quiero insinuar que todos los políticos sean corruptos, ni hacer juicios generalizados porque terminas pisando mierda. No es justo, añade al Diario EL PAIS de España.

Esta serie es una de esas experiencias en las que los espectadores administramos las emociones. No es necesario esperar una semana para que llegue el siguiente capítulo. Netflix tiene la envolvente oportunidad de dejarnos dominar nuestros tiempos.

El congresista demócrata Frank Underwood vino al mundo para disciplinar las mayorías. Ante la promesa incumplida por parte del recién electo Presidente de los Estados Unidos de nombrarlo Secretario de Estado, Frank luce junto a su esposa sus mejores armas al sentirse traicionado, comenzando una carrera sin escrúpulos hasta alcanzar sus objetivos a cualquier precio. Para lograr su cometido utilizará el poder que tiene para manipular al Congresista Peter Russo y conocerá a Zoe Barnes, una joven reportera desesperada por crecer rápidamente dentro del diario The Washington Herald. La palabra sinopsis no resulta fiel en esta ocasión. Dentro de éste ámbito ocurre más que lo insospechado. Lamento decirlo por lastimar ciertas rutinas: segundas partes, o más bien temporadas, siguen siendo muy buenas. House of Cards ha venido para desmentirlo. No la pierdan de vista.

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