VVIR ES FACIL CON LOS OJOS CERRADOS…

VIVIR ES FACIL CON LOS OJOS CERRADOS...

VIVIR ES FACIL CON LOS OJOS CERRADOS…

Vivir no es nada fácil. Eso es un cuento. O hasta una novela. Podría incluso ser una película escrita y dirigida por un novelista. “Vivir es fácil con los ojos cerrados” es la más reciente obra cinematográfica de David Trueba, un sobresaliente cuarentón de España, dedicado por completo a la literatura y el cine, que se ha alzado en las categorías de mejor director, mejor guión original y mejor película en la entrega de los Premios Goya de 2013.

“Vivir es fácil con los ojos cerrados” es la perfecta evocación de lo que queda cuando todo se ha olvidado, todo desde lo argumental. Es un relato a toda leche desde el punto de vista literario, y al mismo tiempo, es la perfecta confusión de los límites entre lo literario y lo cinematográfico. La más proverbial ambigüedad premiada hasta el cansancio y que documenta una narración que pudo ser hasta documental y que no llega a serlo.

La película pierde su magia cuando se muestra didáctica y previsible. Javier Cámara lleva mucho en ello. El excelente actor se torna tan dueño del personaje del maestro redentor y sincero, que destruye la simpleza de un guión que peca en demasía por previsible y que se sustenta en una anécdota auténtica que luce traída por los pelos.

Más allá de la metáfora que establece el mismo título y la remisión obligatoria a Jhon Lennon, la historia se torna tan básica que no parece aforada por un novelista, y mucho menos ambientada por especialidades del cine que la deslinden en sus parámetros más específicos. No es la dirección de fotografía y de arte, una pareja de herramientas que permitan destacar, a pesar de la infinita cantidad de posibilidades, que regalaban por sí solas las locaciones y las exigencias epocales de la trama.

Más allá de los alumnos que recitan en voz alta junto al maestro de inglés una canción de los Beatles en un colegio de Albacete y el mismo profesor, subido al techo del coche, gritando para llamar la atención de John Lennon, que pasa a toda velocidad dentro de un Rolls-Royce levantando a su paso la arena del desierto, la película es más de lo mismo, con el encanto de un entorno musical idílico que convierte a los chicos de Liverpool en material inacabable de historias por contar e imagianrse.

Las etiquetas de un premio como el Goya, que como todos, se permite sus decadencias y entretenimientos, hace de “Vivir es fácil con los ojos cerrados” uno de los tantos experimentos expresivos que debe ofrecer David Trueba, un hombre de las letras, que puede permitirse todas sus ejercitaciones, aunque sus seguidores nos sintamos más a gusto en sus novelas que en sus entregas de pantalla.

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