REBOYRO PRAVIA: ENTRE POLVORA Y COLORES, CONTEMPLACION NECESARIA…

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REBOYRO PRAVIA: ENTRE POLVORA Y COLORES, CONTEMPLACION NECESARIA…

La tarde en la que el profesor se adentró en el aula nadie tenía ni la más puta idea de los siguientes contenidos. Las procedencias eran disímiles. Las edades también. Alguien amparado en un atroz estilo pedagógico juntó estudiantes de Artes Plásticas de distinta edad e intereses. Todos iban por lo mismo con diversas formaciones o ninguna formación. Se imponía explicar Lecciones de Estética Marxista Leninista, como si los dos difuntos antes mencionados hubiesen legado al menos una línea a los contenidos del arte. Ante el desconcierto, el profesor, por entonces recién llegado de Europa y con aires de grandeza, notó que estaba perdiendo su tiempo. Alteró el programa de estudios y remitió la lectura de “La Edad de Oro” de José Martí, especialmente el texto dedicado a “La Ilíada de Homero”. Era imposible comenzar a establecer categorías filosóficas todas venidas desde los tiempos Grecolatinos ante estudiantes que ni siquiera habían divisado la cólera de Aquiles. Una frase, salida de lo más profundo, martilló desde ese día y para siempre la memoria de uno de esos alumnos salvado hoy a pesar del tiempo y las distancias: “Definitivamente en esta clase ustedes no aprenderán nada. Uno sólo viene a la escuela a organizar el pensamiento. Si no lo han entendido, lo mejor que pueden hacer es marcharse”.

El entonces alumno y ahora artista no es otro que Luis Alberto Reboyro Pravia (Holguín, 1979), egresado de la Academia Profesional de Las Artes Plásticas EL ALBA de la ciudad cubana de Holguín. Se trata de uno de los pocos estudiantes de su graduación que no se dejó doblegar por los engaños y las trampas del arte conceptual. Se dijo así mismo que para hacer arte conceptual hay que tener formación y concepto, algo casi imposible en el apretado margen de formación de un artista adolescente.

Luis Alberto Reboyro Pravia, afianzó de ese modo su relación con lo utilitario. Tenía de antes una formación en la artesanía artística y se atormentaba con aquellas explicaciones del profe, que una y otra vez repetía el tema del arte geométrico, que para unos es arte y para otros no, pero que respondió en su momento a la necesidad del orden en una sociedad desbastada y dividida por las guerras y las crisis, nada más parecido a los tiempos que corren, en los que ni se menciona el arte moderno ni se sabe nada de geometría, en días de oprobio y chabacanería.

Y así, a pesar de sus movimientos, y extrañas responsabilidades ajenas al mundo del arte, Reboyro hace un aparte para la búsqueda del yo que se sujeta en su interior y que tiene deseos de estallar en mil pedazos. No dispone del espacio necesario ni de los sofisticados materiales. Apela a las bondades de lo casi primitivo y echa mano a viejas técnicas teniendo como soportes el papel artesanal, la cartulina, las posibilidades del acrílico y la inmensidad del pequeño formato. Trabaja para sí. No visita galerías ni en ellas expone. No tiene vínculos con la vanguardia ni le interesa. Cree en su pulso. Hace los deberes. Vive al día. Cuenta los días. Y cuando hay minutos de paz no se lo piensa, se entrega la creación sin repasos intermedios. Todo lo que es y lo que no lo somete al examen de su entrega. Podría parecer extraño pero no lo es Reboyro Pravia hace desde su obra su propia terapia. La que necesita su mente y su cuerpo. El sabe oxigenar su constancia.

El uso del color y la presencia infinita de la insularidad marcan el paso de sus últimas creaciones. Mujeres, Gallos coloridos, guitarras, elementos naturales, palmeras de fondo. Hay mucha cubanía en sus lienzos. Hay mucha discriminación para los que no saben de colores. Hay una mezcla intensa de las tonalidades del trópico. Cada una de las oportunidades recrea una nueva oportunidad. Su producción no es sincrónica ni ensayada. Cada vez que arranca es como si hubiese comenzado su producción de nuevo.

El alumno ya no lo es tanto. Bien podría dar clases, inculcar sus trucos. Acercarse a los que vienen llegando. Contarles cómo fue su agitada experiencia, pero no le alcanza el tiempo para jóvenes con el alma y la conciencia aplazadas. Quizás pueda sugerirles a los más jóvenes algunos caminos. Darles algunas señales, como lo hizo el antiguo profesor en las clases de estética que apenas lo fueron. Pero Luis Reboyro Pravia se reserva sus balas. Desea y necesita acribillar con sus colores nuevos lienzos. Aprendió de sobra que en la escuela no se aprende nada. Que lo importante es organizar los pensamientos. Sabe bien que nunca es lo mismo una guerra con los demás que con uno mismo.

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