DIARIO DE VIAJE: Cancún, el color del verano. (PRIMERA PARTE).

Cancún vale una misa. Cae la tarde y los más entusiastas piden que sea a orilla del mar con los sargazos como feligreses. Ninguna de las aproximaciones ni la furia de los malos titulares nos hacen alejarnos de un entorno que es la llave del caribe mexicano. Mucha gente te habla del clima, de las tradiciones, de lo que si y de lo que no, pero todo se te olvida en un abrir y cerrar de ojos. Cuesta trabajo creer que alguna noticia demasiado amplificada pueda hacer estrago en la alegría y la sinceridad de quienes te reciben.

Lo primero que te impresiona es el mar de gente que viene contigo al mismo tiempo en diversos vuelos. Todos buscando paraíso y encontrando largas filas en la instancias de migración del aeropuerto de Quintana Roo. Filas que súbitamente se desvanecen. No hay tanta tecnología pero sí hay fuerza en los puños para acuñar pasaportes y desearte una feliz estancia en México.

Es una guerra desleal. De un lado un ejército de vacunados que embarcaron vía aérea en los Estados Unidos. Los agringolados mascan chicles como si fuera una marca de distinción de antaño. Todos echan garra de sus billeteras donde guardan como trofeo el cartón o pasaporte de vacunación que les distingue como una nueva clase de humanoides. Los trajes de baño con los que muchos ya vienen lucen en gran medida las franjas y las estrellas de la bandera de los Estados Unidos, quizás el símbolo más mercantilizado del planeta. Es el campo de batalla de las marcas. Siguen las reglas de la distancia, traen cubre bocas, hablan bajo.

Versace, Gucci y Puma llevan las de ganar. Nike distrae el paso de quienes prefieren las zapatillas deportivas. A todo este modo imperial se suman los orgullos del bendecido pinchazo. Una rubia de cola larga y pelo destruido, desde mucho antes de pisar la intensidad solar del caribe, se pavonea ante  una mujer de la raza negra que llega desde Carolina del Norte. Toda la gesticulación es por demás descriptiva. La rubia se define como hija adoptiva de Pfizer y por ende una especie de Wonder Woman. La afrodescendiente con una risa de las largas le pone en claro que más protegida está ella quién por cierto solo sufrió un sólo pinchazo. En ese momento y de paso se declara nacionalista y testimoniante efectiva de Johnson and Johnson. Los uniformados ni las miran. Se centran en agilizar la fila y ofrecer facilidades. Una chaparrita de pelo sedoso y lacio, con brillo natural y salud envidiable, mira a las mujeres de soslayo. Sonríe. Pareciera que desde su silencio les está recomendando un guacamole natural en sus respectivas cabezas. A fin de cuentas nada como el aguacate para curar las heridas que los excesivos tratamientos capilares del norte ocasionan.

Después viene la odisea del carro.  Odisea entre comillas en la que Dime Cuba se vuelve Ulises. En algo hay que moverse. Debes escoger entre el bus que te vuelve turista de paquete o el automóvil en el que gozas de libertad de movimiento. La tercera de tus opciones es darle vida al Taxi de toda la vida o el Uber de las plataformas digitales. Estos últimos podrían ponerte a hacer conversiones más de lo deseado. La odisea no es tal. Si traes reserva descubres que ninguna de ellas tiene el mismo nombre de las agencias que te esperan. Sólo debes homologarlas, saber quién es quién, hasta que te muevan en una micro pequeña hasta el lugar en el que en verdad llenarás el contrato y te entregarán lo que este disponible. No vengas con sed de autos de lujo. No quieras bailar en casa del trompo. Lo que necesitas es moverte libremente y  que los vehículos estén limpios, ordenados, con tanque lleno y  esperando por ti. Que en el lugar en el que vives le llaman “Transportation” pudiera ser. Lo relevante es que aquí a nadie le importa esa jerga que lo único que le pone es limites a la diversión y el esparcimiento.

Una vez en el Hotel, en mi caso el Royalton Riviera Cancún royalton hoteles  ya todo es dejarse llevar. La cantidad de bares y restaurantes podrían terminar por agobiarte. Es mucho para tan poco tiempo, eso piensas al llegar, pero si te organizas terminas disfrutando de una confluencia de familias, razas y países que lo único que quieren es relajarse.

El atardecer es de cine. El mar pone manos a la obra y fija los limites del horizonte. Todo parece compensado como debe ser. Cuando las luces merman ya te has tomado unos cuantos whiskys de amplia gama (todos incluidos) y sientes deseos de fumarte un puro cubano, que esta vez no es de contrabando. No existen leyes que frenen la buena vida y el lucimiento del humo perfecto que perfuma a la distancia. Un grupo sin nombre toca las canciones que te gustan y que jamás hubiesen sido cantadas por un grupo de renombre. Te mezclas. Bailas. No recuerdas bien en que momento te fuiste a la cama. Te despiertas con el sol en la cara que se cuela por el tenue filo de la ventana. Suena el celular y una voz a lo lejos te dice que te ha visto gozando y dando cintura. No puedes creerlo. Te mandan este link Periodico cubano y de ese modo te enteras que estas en las noticias. Y vuelves a pensarlo: Cancún vale una misa que merece escuchar tus plegarias.

2 thoughts on “DIARIO DE VIAJE: Cancún, el color del verano. (PRIMERA PARTE).

  1. Excelente, muy real. Al leer este articulo me parace que estuve en este viaje. He viajado muchas veces a Cancun y es exactamente todo como lo describes…Te felicito eres unico cuando escribes…..

  2. Muy buena descripción de la llegada y la primera noche de vacaciones en Cancun..la próxima vale la pena arriesgarse y visitar LOS PERICOS, restaurante en el pueblo..hasta lo casan a uno nuevamente con disfraces y todos..Bueno, si es que sigue en pie..

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