La cena de todos los muertos.

Celebrar y conmemorar son a menudo dos palabras que están peleadas.Cuando la gente se ha ido suele ser mejor evocarle. Aunque no siempre es recomendable. Hay cosas que es mejor dejarlas ir porque aferrarse al pasado es en gran medida cerrarle las puertas al presente. El futuro es un invención nuestra.

Quizás por eso en casa siempre celebrábamos el 2 de Noviembre. Aquí cabe celebrar en todo su esplendor, para estar junto a los que se nos adelantaron. Aunque no hubiese mucha retórica, ese día íbamos a la mesa con todos los muertos.

Nos respiraba al oido el tío Pepe que enseñaba a leer a sus amigos repasando manuscritos marxistas que escondía en un pozo ciego. La prima Mirta que fue maestra ambulante y dejó al morir una imponente colección de revistas Bohemia, foliadas y enumeradas por años y portadas. La prima Adelfita que fue alcanzada por las balas crueles de un asesino de manigua que jamás supo de piedad ni de amor.La prima Sandra que se fue a lo alto sin pedir permiso, perfumada por su gran sonrisa. El tío Eulogio al que una gangrena cruel le fue consumiendo en pedazos y alejándolo de la sombra de sus ciruelas dominicas.Nos respiraban de cerca otros muchos. Cada comensal traía su propia procesión.Cada uno de nuestros muertos seguía respirando.

Al final éramos tantos muertos y vivos al mismo tiempo sentados en la mesa qué terminábamos con deseos de jugar el 78 aunque fuera solo para desafiar la fortuna, o por aquello de que de la suerte y la muerte no se escapa nadie.

Inevitablemente cada 2 de noviembre vienen todos esos seres que partieron antes y otros muchos que se fueron después por incontables razones. Cuando eres parte de una familia grande los velatorios son pan comido. Hábito de fieles. Yo creo ciegamente en la dignidad de los cadáveres.

Quizás este noviembre sea de los más concurridos en incontables corazones. Miles han muerto sin justificación como víctimas de la más cruel y estúpida de las pandemias. A fin de cuentas hasta hoy nadie sabe de dónde vino ni cómo se cura el mortal virus. Como parte de la calamidad y el estirado desespero, todos hemos terminado jugando a ser ratas de laboratorio.

Algunos caminan orgullosos como para sobresalir con la marca o el nombre del pinchazo. Nadie sabe en verdad para el juego que nos estamos prestando. Quizás solo estén verdaderamente enterados los fieles difuntos.

Pero eso sí, el día de los fieles difuntos, la evocación llevaba potaje con chorizo, arroz blanco brilloso, fufú de plátanos verdes, e invariablemente cascos de naranja agria con queso blanco.

Mi abuela decía que una familia pobre se tornaba súbitamente rica cuando compartía su potaje. Y es que el caldo con secretos y frijoles es la quinta esencia de la cocina. Y por sobre todas las cosas, la oportunidad de enredarnos en la misma madeja como gente unida.

En ocasiones el menú podía variar en dependencia de las calamidades y penurias de la temporada. No faltaron jamás los esfuerzos. Todos sabíamos que por aquel potaje y sus ingredientes pudimos haber ido a la cárcel todos de golpe. Cada plato bastaba para una sentencia de cadena perpetua. Pero preferimos correr el riesgo que dejar de comer con nuestros muertos.

Los cubiertos eran los de siempre. Las tasas con ribete dorado las de toda la vida. Las cucharitas para el postre también eran las mismas. Algunas cosas podían cambiar pero la oración de San Agustin no. Algunos comensales jamás la aprendieron de memoria y eso no importó, porque no hay pecado que no se perdone en familia. El perdón es la base de todo.

Y así los versos de SAN AGUSTIN se repetían para todos los que partieron después de hacer lo suyo, porque nadie viene a la tierra por gusto y eso hay que saberlo. La muerte esta tan segura de ganar que nos da toda una vida de ventaja:

…Hablen de mí como siempre y no en forma diferente
No se pongan tristes ni solemnes.
Ríanse de las cosas que siempre nos hicieron reír
Alégrense y piensen en mí.
Recen por mí.
Hablen de mí como siempre lo han hecho,
sin emoción y sin un ápice de tristeza.
Todo lo que significaba la vida para nosotros sigue vigente.
Qué es la muerte? es algo que ocurre a diario.
Acaso voy a desaparecer de tu vida, porque no me ves?
No estoy lejos, solamente al otro lado del camino.
Yo los espero. Todo está bien.
AMEN.

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