SUFRIR LOS GRAMMYS…

SUFRIR LOS GRAMMYS...

El Latin Grammy es una pesadilla que se asoma cada año lleno de buenas intenciones en la senda musical del infierno. Se pierde la esencia con el primer bateador en juego. Un ex integrante del dúo dinámico hace play back denotando poco ensayo sobre su propia letra. Cada uno de los espectadores lo creen equivocado e irrespetuoso. Nadie sospecha que el abridor ha llegado a escena lleno de sabiduría. Como si fuera vidente solo él avizoraba el porvenir: una ceremonia llena de percances de audio, el primero de ellos empañando el lucimiento de Carlos Vives, una de las personalidades de mejores resultados en la noche y en el año.

Casi la totalidad de los presentes sufren los embates de una ceremonia tan extensa como los Oscars y tan repetitiva como las fábulas de Esopo.

Los encajillos de los presentadores, los vestidos de las presentadoras, la caricaturización de un cómico regional mexicano, las largas e innecesarias caminatas de los presentadores de premio, la despersonalización de los segmentos y las fusiones entre artistas de dudosas complicidades regresaron por derecho propio, por qué el Grammy es eso y los equivocados somos los espectadores incómodos.

Manidos e inteligentes, queridos y odiados, artistas y no artistas se prestan para el juego validatorio. Un lamentable despliegue técnico que no bordea la esencia. La carnavalización de los extras resta a cada instante protagonismo a la música, que por mucho no es para nada la dueña y señora de la propuesta artística.

De los premios no se habla, es tema de los matriculados en las academias, los escrutinios, las votaciones. Pocos momentos se tornan perdurables en la selva de lo efímero. Qué recuerde ahora al vuelo, la primera presencia de Enrique Iglesias junto a la cantante española India Martínez con el respaldo de Descemer Bueno, un momento de sobriedad y feeling intenso y contrastante. En Segundo lugar la muy aclamada, nos guste o No, pero auténtica y regia interpretación de Paquita la del Barrio, quien ni por un momento dejó de ser ella, cómo diciendo: si me invitaron ahora jodanse!, y por último el sentido, sincero y especial homenaje a Miguel Bosé, con 30 años de carrera al hombro, como para confirmar que cada uno de sus co-participantes tienen aún mucho que aprender de su talla excepcional de artista por los cuatro costados.

Otra ceremonia. Otro año. Mañana cientos de análisis acerca de las marcas, los vestidos, los diseñadores. Mucha tienda y poca alma. Porque alma es lo que le falta al evento que nos hace esperar por el reconocimiento con el que tenemos que conformarnos por ser hispanos. Quien tiene mucho adentro necesita poco afuera. Pero quien puede justipreciar qué debemos llevar dentro? Esa es la cuestión…

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