Beyoncé y Obama en la desquiciada cuarentena de los 40 acres y una mula.
Cuando leas estas lineas los funerales de George Floyd estarán en pleno apogeo. Tres ciudades y seis días de homenaje para el afroamericano asesinado a manos de la policía en los Estados Unidos podrían no bastar para que regrese la calma.
Los sitios donde nació, creció y murió presentarán sus respetos en medio de la pandemia del Coronavirus de la que el fallecido también fue víctima, aunque se presume que no experimentara síntomas.
Además de las muestras de tributo presentadas en Minneapolis, se esperan emotivas concentraciones en Carolina del Norte, donde nació hace 46 años, y en Houston, donde Floyd pasó gran parte de su vida.
La muerte de Floyd ha activado nervios descubiertos en los Estados Unidos y ha desatado teorías reivindicatorias de todo tipo, entre ellas, la que promueve la idea de pagar millonarias sumas de dinero a los afroamericanos como consecuencia de los males derivados de la esclavitud.
No estoy bromeando. Hay billones de dólares en juego. Si una verdad se desprende de las conmemoraciones que se tributan a Floyd es la necesidad de reconocer el dolor general que causó su inhumana muerte.
No pasemos por alto que las honras fúnebres de George Floyd llegan salpicadas por los avisos que ha emitido la fiscalía. Acusar a los otros tres policías que permanecían en la escena y presentar un cargo más severo contra Derek Chauvin, el oficial protagonista del lamentable caso, transmite un mensaje sin precedentes en los últimos años.
Pero lo que quizás nadie imaginó, es que el asesinato sirviera de punta de lanza, para quienes promueven una vieja demanda de indemnización monetaria, por concepto de los daños y prejuicios derivados de la esclavitud y el racismo.
Después de 250 años de esclavitud en los Estados Unidos, ni siquiera la “Guerra de Secesión” con sus más de 620 mil soldados muertos, sirvió para alcanzar la justicia definitiva. Cuando la corte suprema, en 1896 impuso su mandado de “Iguales pero separados” apenas comenzaba la nueva era de la supremacía blanca y los linchamientos.
En 2020 la Reserva Federal habla por sí sola. Un hogar blanco promedia unos 171 mil dólares al año, mientras que un hogar afroamericano apenas supera los 17 mil.
Los promotores de la demanda reclaman unos 14 billones de dólares para zanjar viejas heridas que no creo puedan ser olvidadas. Se alega, que la nación antes pagó por el confinamiento de japoneses-americanos durante la Segunda Guerra Mundial, y hasta por la expulsión de los nativos para apropiarse de sus tierras.
Cuando se habla de dinero hay dos preguntas básicas. Quiénes cobran y quiénes pagan. Los 14 billones saldrían del fisco, de las arcas de los estados que fueron esclavistas o de sus descendientes, personas naturales que han levantado enormes riquezas forjadas sobre el patrimonio de la explotación de esclavos secuestradas en Africa.
El dinero llegaría a las manos de los individuos afroamericanos según su ADN, o en su defecto a las instituciones y fundaciones que se ocupan de los más desfavorecidos.
En el supuesto caso que la propuesta avance, iniciará otro tipo de guerra, que pasará por quienes nunca han tenido que ver con estos abusos y verían reducidos los presupuestos federales de sus estados sin temerla ni deberla. No conozco a un sólo blanco que este dispuesto a donar el dinero de sus impuestos, dedicados a los servicios imprescindibles de las ciudades, para que se salde una deuda que quienes hoy poblamos el país nunca contrajimos.

El supuesto acto de justicia generaría escándalos de exclusión enmarcados en la guerra de nunca acabar. Una celebridad de la música y los espectáculos como Beyoncé no recibiría ni un sólo dólar de los supuestos 14 billones por la sencilla razón de que es descendiente de esclavo y esclavista al mismo tiempo. Un líder político como Barack Obama, hijo de un inmigrante africano y una mujer estadounidense, no cobraría nada por no tener linaje de esclavo aunque haya sufrido discriminación en algunos momentos de su vida por el color de su piel.

Peor aún, seria obra cumbre de necios creer que 14 billones de dólares curarían siglos de dolor de raíz. El sufrimiento, la tortura y la aflicción no tienen precio. La desigualdad de oportunidades educativas y económicas no encuentra solución en días agitados y confusos Bien se sabe, tampoco alcanzaron 40 acres y una mula.