DI MARIA: LA EXTRAÑA FABULA DEL CHOFER Y EL FIDEO…

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 Mucha gente cree que conducir da libertad y a mi me resulta sospechoso. Soy de los que piensa que lo que da libertad es tener chófer. Tener servicio es extraordinario. Se ha perdido el honor del buen servicio. Antes había mayordomos que estaban muy orgullosos de serlo, y de la excelencia con la que realizaban su oficio. Antes los buenos jefes de sala de los restaurantes gozaban de prestigio y de reconocimiento, y en absoluto se sentían humillados al servir a sus clientes, sino todo lo contrario.

 Pero la socialdemocracia todo lo ha destrozado. El colectivismo con su propaganda ha sembrado el mundo de insatisfacción y de caos. Servir es el oficio más vital. No todo el mundo puede ser Señor, ni todo el mundo está llamado a la creación artística, ni todo el mundo puede ser deportista y campeón.

 Ciertas tendencias de izquierda han humillado a los camareros haciéndoles sentir incómodos en su condición, igual que ha hecho sentir incómodas a las mujeres que se dedican a su hogar y a criar y educar a sus hijos; como si hubiera alguna empresa más importante.

 El servicio da esplendor al mundo. Los primeros beneficiados de un gran servicio son quienes lo realizan, por la profunda satisfacción del trabajo bien hecho y el honor de ser el mejor en tu disciplina: en estos tiempos tan poco estructurados, tan deshilachados, entiendo que para muchos esto no signifique demasiado, y por ello nos hundimos en la miseria cada día un poco más y lo único que sabemos es echar la culpa a los demás.

Un mundo sin servicio, un mundo sin lujo es un mundo sin esperanza. Sin lujo no hay élite y son las élites las que tiran del carro de la Humanidad y las que son capaces de las sublimidades que cambian la Historia.

 Por eso para muchos la Revolución Francesa es la más siniestra de la Historia y Rousseau el hombre más equivocado del mundo. La igualdad es lo contrario a la libertad y la fraternidad es un gesto individual e interior. La importancia de cada cosa depende del amor que ponemos en hacerla y es mucho más digno ser un buen mayordomo que hacer el fantasma y no llegar nunca a nada.

 No todos podemos ser príncipes, ni nobles, ni empresarios, ni ricos, ni tener coches, ni ir a los grandes restaurantes. La libertad, para qué nos vamos a engañar, no es conducir, sino tener un chófer. Y por eso creo que desde hoy los jugadores del Real Madrid, esa divinidad del mundo que nos entretiene y nos divide, son menos libres, se quedaron sin su chofer, una suerte de volante de lujo que se cansó de ser ninguneado, razón por la que ahora los señores Cristiano, Benzema, Bale, y hasta el propio James dispondrán de un peor pasaje. El servicio hace mucha falta en el mundo del fútbol. Se marchó Di María y debería darnos tristeza.

 Se marcha un jugador trascendente que mereció más relevancia en un Real Madrid lleno de estrellas. Se va porque tiene cartel, porque es un jugador inmenso y porque cualquier club está dispuesto a pagar su precio de oro. El fideo sabe abrir defensas, quebrar cinturas y meter en cintura a cualquier partido. Y eso se paga. Di María se va de un club en el que siempre cumplió. Respondió con rendimiento a su elevado fichaje (40 Millones). Fue mejor pagado que muchos compañeros, pero peor que el resto de estrellas. Di María tuvo que reinventarse en la medular, después de que el presidente fichase a Bale. Un año después, como parte esencial de La Décima, Di María encontró respuesta a su sacrificio con otro fichaje presidencial, James Rodríguez. Un bofetón se aguanta. Con dos, protesta el orgullo. 

 En este escenario, irrumpió un club poderoso, con dinero fresco y una oferta irrechazable. La operación, si se confirman las cifras es un negocio redondo. Si son ciertos esos 80 millones por los que el argentino se marcha, se infiere que, en los últimos tiempos, el Madrid compra caro y vende por un ojo de la cara. La venta de Di María sería el traspaso más elevado en la historia del Madrid. La ecuación: llega James por 75-80 millones de euros. Se va Di María por 75-80 kilos y en la banca espera, si el presidente se anima, Falcao. Casualmente los tres futbolistas representados por un tal Jorge Mendes, que sabe de sobra que venta es negocio rentable, no así el traspaso. Jorge nunca pierde. Jorge nunca maneja, tiene chofer y escolta desde antes de ser famoso. Matemáticamente tampoco pierde el club. Gasta lo mismo que ganó en concepto de ventas. El tiempo dirá si con Di María hay ruina deportiva o gran negocio.

La libertad quizás sea solo eso: un espejismo en movimiento. Jorge Mendes ha liberado a Di María de las humillaciones que él nunca entendió dentro de su club ante una afición que se queda enmudecida. Di María se siente libre. Jorge Mendes se hace más rico. Florentino Pérez queda complacido. Se pierde la fiabilidad de un gran servicio. Pero mucha gente sigue pensado que conducir da libertad y a mi me resulta sospechoso. Soy de los que piensa que el precio de la libertad consiste en tener un buen chofer. Y para eso…

 

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